Soledades concurridas | Reseña de Karen Liliana Pérez | Novela de Ney Antonio Salinas.

Soledades Concurridas de Ney Antonio Salinas

Por Karen Liliana Pérez.

 

En noviembre de 2024 me reencontré con Ney Antonio Salinas. Hacía años que no lo veía, aunque sabía que su nombre ya habitaba las estanterías de varias ferias del libro, que su escritura había seguido creciendo y tomando rumbos.  A Ney Antonio Salinas lo conocí en 2007, gracias a Orquídea, una amiga escritora. En aquel entonces, era el dueño de un cyber café en Sancris, serio, de lentes oscuros, una persona con aire de quien observa el mundo con profundidad.

Aquel día, en la mesa de la cafetería donde coincidimos, me obsequió su novela Soledades concurridas. En ese momento no imaginé que su obra me dejaría con un extraño sentimiento, con una nostalgia infinita, como cuando voy al cine y las últimas escenas son tan poderosas que me quedo sin habla, solo viendo los créditos pasar, esperar a que la sala quede vacía para apropiarme aún más de la experiencia, que en este caso fue una gran experiencia literaria, a pesar de la brevedad de la novela y la rapidez con la que puedes leerla.

Una novela de lectura rápida, pero de eco largo. La historia sigue la búsqueda de Andreas, las pistas del cuaderno de Vicente Riva Palacio, el rastro del Xubal y la historia del Xulem. Un rompecabezas de historias cruzadas que transcurren en las sombras, que juega con los tiempos, que entrelaza las memorias de norte a sur, del desierto a las montañas, de la cerveza al café, entrañables atmosferas que transportan al lector de un recuerdo al otro, con halos de invencibles soledades.  

Me parece importante señalar que la narrativa de Ney es rica en imágenes poéticas, frases que leí una y otra vez: “Quiere caminar muy rápido por la calle oscura que debe pasar para llegar a casa en medio de la noche del mundo” (p.58)

        Asimismo, la geografía y el contexto socio-histórico y cultural de los estados de Chiapas y Sonora que describe no son simples escenarios: son personajes en sí mismos. Su pluma nos lleva del norte al sur de México, en un viaje marcado por la necesidad de supervivencia y el dilema de quienes, enfrentados a un destino precario, encuentran en el crimen organizado una ruta obligada:

"No quiero más esta pinche pobreza; y a punta de madrazos, cuernos de chivo y pistola, se hizo de fortuna, cosa que jamás lograría trabajando duro y legal como lo había hecho desde chamaco. No hay de otra en este pinche país" (p.102).

La crudeza de la realidad se filtra en cada página. Ney Antonio Salinas escribe con un desencanto feroz, se adentra en la corrupción, el clientelismo y la brutalidad de un sistema que sólo favorece a quienes nacieron con privilegios. La lucha por sobrevivir dentro de un capitalismo salvaje es una de las grandes heridas de la novela:

"Pero luego pensé en mi caso; desde que egresé no había conseguido empleo, todos los puestos estaban ya reservados para los recomendados; hijos, sobrinos, conocidos, amigos y primos o hermanos de los funcionarios y burócratas; o como pago de favores electorales o recomendaciones especiales: si no tienes contactos no eres nadie" (p.51).

Y en medio de esta negrura, Soledades concurridas también es una novela que habita la memoria, los recuerdos, historias de quienes fueron desplazados y olvidados; de los pueblos indígenas que han sufrido el enganchamiento, migración forzada y la captación por el narcotráfico. Sus personajes son los seres desechables del capitalismo, la otredad sin nombre que este mundo elige ignorar:

…Porque con la llegada del olvido, de una pérdida paulatina y dolorosa de la memoria de los días. Entonces yo retenía sus palabras sin saber por qué, esto lo sentía como una necesidad imperiosa, una especie de deber que tenía hondas raíces en la desesperación, en un miedo terrible e inexplicable, pero quizá no miedo, pues ahora soy yo un tipo sin mucho que perder, más bien como una aversión a la nada, al desasosiego permanente de la vida condicionada a las pasiones humanas y a la economía, esta última el mejor pretexto que rebaja al mundo a una jungla prehistórica, turbia, violenta y miserable y condicionada también a las decisiones tomadas en grandes oficinas cómodas, climatizadas con aire acondicionado y amuebladas con elegancia, por personas sin rostro pero con el poder sobre la vida misma; una aversión a ese dios omnipotente que todo lo sabe y todo lo ve y que baja a la tierra en forma de mercado o de mercancía más barata y vil de nuestra época: la vida humana” (p.69). 

Me gustaría resaltar también que la novela tiene su propio soundtrack que acompaña a los personajes, en especial a Ledesma, quien refugia su destino y malestares de su “oficio” en los libros y en la música, anotaciones musicales que traen consigo un trasfondo sonoro que otorga a la novela un pulso vivo:

“Conforme avanzábamos entre los autos en la Avenida Central para enfilar quién sabe a dónde (al norte había dicho inicialmente Ledesma) y sonando en las bocinas “Nothing compares to you”… (p.47).

"…La vida debiera de ser así, tener su propia banda sonora, jazz el mayor tiempo, blues por las tardes, soul en noches, tambora, mariachi y banda en las pedas y de vez en cuando un poderoso y devastador heavy metal” (p.102). 

Pienso que los personajes en “Soledades concurridas” no buscan redención, buscan venganza cuando es necesaria, toman sus propias decisiones sin importar la crueldad que deban ejercer. Son figuras completas, personas que han crecido en la violencia y han aprendido a moverse con ella, guiados por el azar y la fatalidad.

La prosa de Ney Antonio ilumina la oscuridad con destellos de belleza, con imágenes poéticas que funcionan como luciérnagas en la negrura. Cerré el libro en una noche calurosa, típicas de esta capital ardiente, como he dicho al inicio, con infinita nostalgia y dramatismo, con la convicción de haber leído una historia poderosa, con la certeza que:

"Otras noches, otros silencios vendrán, pero esta noche no se borrará jamás de la bitácora de mi vida" (p.111).










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Karen Liliana Pérez | Karlen Aedamus | Comunicóloga y escritora. | San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.

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