La ira de los murciélagos
El librero: sugerencias literarias
Por Ney Antonio
Salinas
Título: La ira
de los murciélagos
Autor: Mikel
Ruiz
“La ira de los murciélagos” es una novela
de muchos méritos. El primero y más grande de ellos es que está construida en
una lengua diferente (español) a la lengua materna del autor, el bats’i k’op, o tzotzil. La misma obra
nos va llevando por el periplo y el dolor del autor para poder acceder a un
lenguaje ajeno al de su raíz, la lengua de los kaxlanes, la lengua de Castilla.
Otro de los grandes logros del autor es
mantener una línea dramática lo suficientemente fuerte, densa, lúcida, satírica
y un tanto noir, para hacer que el
lector no suelte el libro hasta terminarlo. Es decir, que es un libro que no
admite pausas posibles; se lee de un tirón porque atrapa. En otras palabras, el
autor muestra de manera contundente el dominio del lenguaje y del oficio.
Nos muestra también que la línea narrativa
de la obra está entrecruzada de tiempos en retrospectiva, echando mano de la
técnica narrativa conocida como racconto.
De esta manera logra robustecer su trama sobre cimientos literarios que permite
a los personajes vida propia, con sus pasiones y dolores muy cercanos a la
experiencia humana del lector y con fuertes ecos en la realidad.
Por otro lado, la senda toral que recorre
la obra es la que marca la diferencia de su narrativa; rompe con el molde de lo
que se le ha denominado “literatura indígena o indigenista” o también “tradicionalista”;
que condena al autor a ser mero recopilador de tradiciones, costumbres,
rituales, leyendas, canciones, mitos.
En esta obra el autor nos narra los
encuentros y desencuentros de dos personajes antagónicos, que viven y caminan
en mundos diferentes, quizá opuestos. Ponciano Pukuj, un jefe de la mafia local
en el municipio de Chamula aspira a ser presidente municipal, moviendo su
creencia en cualquier momento de católico a evangelista y viceversa, según
convenga la circunstancia. Pukuj un ser despiadado que ejerce el crimen sin
ningún tipo de escrúpulos ni limitaciones legales en una tierra sin ley en la
que los “usos y costumbres” pueden llegar a ser la utopía más hermosa del
pueblo, o su peor pesadilla. Y por el otro lado, nos cuenta la historia de Ignacio
Ts’unun, un joven aspirante a escritor que de pronto es contratado por Pukuj
para escribir un guion cinematográfico que muestre (sobra decir, de manera
exagerada) la “heroica” vida del capo, su ascensión al poder, un guion que le
hubiera gustado empezar con esta frase “Cohetes
y pólvora inician su ascenso festivo al cielo oscuro de la tarde”. A Ts’unun
le costará muy caro esta irrupción en su vida por parte de las sombras que
expresan su huella en el mundo a través del crimen, murciélagos que no beben
sangre, beben whisky del bueno, inhalan cocaína y fuman como desquiciadas.
El escenario de las balaceras, de los
arranques de ira, de arrogancia será un municipio devastado por el que se es
capaz de matar o morir, para obtener el bastón de mando.
En las páginas 46, 87, 131, 220 y 237, el personaje
Ignacio Ts’nun se delata como alter ego del autor, justo como lo hace Arturo
Belano con Roberto Bolaño en Los
detectives salvajes y en la monumental 2666.
El autor no romantiza ni embellece el mundo
indígena. Lo retrata. Lo siente. Le duele. Lo satiriza. Lo que pareciera
inverosímil nos lo confirma la realidad, cada vez que supera a toda ficción. Una
tierra donde se talan los bosques para hacer leña y carbón, artesanías y casas
de tablas, pero en la que no se siembra un solo árbol.
Ignacio Ts’unun escribe con la muerte
pisándole los talones: De día somos de
carne y hueso, de noche solo hueso. Nos estamos ahogando de balas, cocacola y cocaína.
Pinches ancestros mayas no estaban equivocados, este año es el final de
Chamula. Solitos nos estamos chingando. (Pág. 232).
Mikel Ruiz escribe una obra valiente y muy capaz
de sostenerse a sí misma. Una obra que funge como un eco fuerte, una voz de la
conciencia, la voz del Ch’ulel de
todo un pueblo que se adentra a un nuevo milenio despojado de su pasado y cuya
salvación podría estar en la memoria de los tiempos y la literatura.
Mikel Ruiz escribe duro: Mi pinche pueblo que se ha ido a la mierda
en manos de los propios chamulas. De los hombres murciélagos. Ennegrecidos de
tanta cocacola. (Pág. 237). Basta decir que la región de Los Altos de
Chiapas es la mayor consumidora de esta bebida a nivel nacional, trayendo
consigo las consabidas consecuencias para la salud.
En la última frase del autor, al cerrar la
novela, cabría decirle; Lek oy Nachito,
chibat xa. K’el aba ech’el. Kolaval chi’il por “La ira de los murciélagos”.
Una buena tarde de lectura bien lo vale;
deberá ser necesario mantener funcionando la cafetera. Quizá un buen whisky como
acostumbra Pukuj para alivianar al Ch’ulel.
O mejor aún, un buen posh.
Excelente reseña, gracias por compartir estimado escritor Ney Antonio Salinas :)
ResponderEliminarMuchas gracias a tí, por tu lectura, apreciada escritora. Fuerte abrazo.
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