Poema de combate

Poema de combate

Por Ney Antonio Salinas

 

Camaradas de tinta y época,

que la palabra no nazca muerta,

ciega y amordazada de beca;

decirse poeta por modas pendejas.

 

Armar metáforas como divertimento,

vacías pero ingeniosas, con tiento;

olvidar que la lengua y la literatura

son representaciones de la realidad.

 

Palabra que no dice realidad

es cómplice del tirano y sus televisoras.

De los instantes cargados de nada

que van poblando el olvido,

este llanto que se apaga,

el llanto del que ya no sueña.

 

La poesía es fuego.

 

Escribo con la vida y la muerte por delante.

Este cataclismo interior,

esta conciencia plena de mis soledades;

mi barcaza que se aventura al mar convulso

demarcado por una hoja en blanco.

 

He sobrevivido a estos naufragios;

mil islas han atestiguado

el breve paso de mi tinta,

la total miseria de mis viandas,

las voces del mundo,

del desposeído,

del náufrago;

del esclavo que confunde lágrimas con sudor o sangre,

sombras que se arrastran para sobrevivir

en campos, fábricas y calles…

todas estas voces han sido convocadas

por el Tiempo y la Historia

a mis naufragios,

a mis islas desoladas.

 

Camaradas de tinta y época,

que la palabra no nazca muerta.

Confirmados nuestros actos y palabras

que la Historia nos llame poetas.

Riámonos de los ninis proxenetas,

asistentes correctos y vestidos de etiqueta

a los encuentros literarios de banqueta;

 

(sobra decir, “encuentros literarios” organizados con dineros institucionales, es decir, del pueblo, por el gobierno en turno, normalmente de derecha retrógrada, que no cree necesario para las sociedades el arte o la poesía más concretamente, pero que hay que pagar esos espacios y esos tiempos porque se ve muy mono y elegante el asunto, y los pasajes y hospedaje y alimentación de todo aquel nini extravagante, joven o sexagenario, que cuente en sus textos leídos en cinco minutos, alguna fantasía agradable, algún exabrupto de juventud, algún exceso de niño burgués; pero eso sí, que no se hable de la miseria, ni de niños que bolean zapatos o venden chicles en los parques y plazas, de trabajadores muertos por la avaricia del dueño de una mina, tampoco de mujeres que no son atendidas oportunamente al dar a luz afuera de los hospitales públicos y que tienen que morir, porque sólo a ellas se les ocurre reproducir una raza de perdedores prietos y pobres, condenados por siempre a ser mano de obra barata, y para quienes cultura es escuchar música grupera y ver telenovelas y futbol todo el tiempo; mejor es hablar de cosas agradables, extravagantes, importantes, de traumas personales, de cuan maldito se tiene que ser para gritar ¡soy artista!, aunque no cree arte; hablar de Acteal, de Aguas Blancas, de Tlatlaya, de Ayotzi, de las minas canadienses que contaminan todo como no lo harían jamás en su país, de mafias y sicarios pagados por las oligarquías para erradicar a cuanto pobre se pueda en la frontera sur, pues son una plaga, se reproducen como animales y consumen los preciados recursos naturales del planeta, gentuza que no produce nada y no es bonita, matarlos frontera abajo, antes de que lleguen porque se vería muy “feyo” en las noticias que el país de las libertades tiene también libertad para matar; no, entonces hay que hablar de traumas de niñez, de la ropa que ya no queda, de los juguetes que presumían a los otros niños, de cómo le subían la falda a la sirvienta y cómo papá en privado les felicitaba porque iban a ser bien hombrecitos y chingones pa las chamacas, de lo incómodo que es el depa sin agradecer el techo conseguido, sin agradecer el derecho ganado por la lucha de otros; hay que hablar de lo privado,

lo colectivo es nocivo; sobra decirlo pues…)

 

Y así, se reúnen muy monamente,

muy decentes e importantes:

 

no para compartir poesía,

no para crear arte,

no para crear poesía,

 

quizá para apagar un poco esa soledad de los días,

aparecer en una nota periodística,

en la TV,

 

prestidigitador de palabras,

diestro con el puñal que clava

en la poética y lúdica espalda

de la poesía y de sus camaradas;

 

pero más en corto,

para no hablar de poesía.

 

Alabar un poco al gobernante en turno,

por el fomento decidido a la cultura y el arte

sería muy bueno y adecuado para mencionar

en tales ocasiones.

 

Camaradas de tinta y época,

camaradas de mil batallas,

la poesía es fuego;

que la palabra no nazca muerta, chingao.



NOTA: Éste poema forma parte de la novela inédita "La noche de los gigantes" del novelista chiapaneco Ney Antonio Salinas.

 





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