El retorno y otras nocturnidades
Maura Fazi Pastorino
A propósito del libro de cuentos negros del escritor chiapaneco Ney Antonio Salinas
“Todo
personaje poético, que crea un autor, hace parte del autor mismo.”
Miguel de
Unamuno
“La pasión debería ser el martirio para evitar que la realidad penetre.”
Maura Fazi
Pastorino
El artificio es el arte
del arte. El escritor está afuera del engrane social. Ney Antonio Salinas lo
sabe. Su acto creador lo levanta contra la adversidad, le proporciona placer
con música sin partituras, en esa sordidez cotidiana, la belleza pretende ser
eterna. En su espacio, los ruidos vibran como triunfos de plata y las ciudades
se vuelven doradas, aunque sean horrendas, en esa metamorfosis encuentra el
equilibrio, el sentido estético, la justa medida. Por su inquisitiva precisión,
bajo las entrañas blancas del silencio, sus palabras marcan el paso como
relojes exactos. El primer instante de la buena hora se llama: El retorno y otras nocturnidades, el
volumen com-puesto de catorce cuentos.
A Ney le
urge ese instinto de tragedia, que le dirige a la nostalgia, como el bellísimo
cuento Nieve, que recuerda un poco a Cortázar, “era la materia prima que se
había creado para mi alma, izada por la vida después del soplo divino”. La
suya, es la rebeldía del creador ante la complejidad del mundo, por eso
entregarse a la máquina es un acto total, donde ni siquiera levanta la vista,
la idea corre directa de la entraña al disco duro, a esas manos estiradas les
falta piano, tocar el bajo, blandir la batuta. Honor para la hoja delgada,
hecha de cáñamo, de trapos blancos roídos. Sus manos son sonetos, esquemas de
novelas, escribe en las paredes, en el pantalón, en el vaho del cristal, en
todos los cuadernos posibles armados con las hojas de todos los otoños.
Tal vez
desde el origen incesante e infinito, podríamos no repetirnos, quizá los ciclos
no abrirían sus potentes fauces para amedrentar o acabar con el ahínco del
momento dichoso, de la madrugada anterior. La pasión es implacable, exige,
impone, urge con su voluntad de flor y estrella, todo el hacer y estar de quien
en ella desea vivir: la encontramos en cada cuento del autor. Estamos hablando
de la pasión que nos arrastra. Que atrae al autor con La dragona, escuchará en
sus ojos la resonancia de la guitarra, sabrá que ella es una serenata, que
viene de algún pueblo lejano, cuyo nombre ni Rulfo se atrevería a mencionar.
Ney Antonio
Salinas, ingeniero, chiapaneco y narrador sorprendente desde su primer libro,
parece decir en cada párrafo: Para la pasión no debe haber fatiga ni pretexto.
Quien aspire a vivir en el arrebato no puede cansarse, debe saber el
vocabulario de la reinversión de sí mismo. Ney Antonio, abre la puerta de los
versos anclados en su voz, aunque no se dice poeta, lo es, como el calabozo de
sus voluptuosidades, para curar con tinta los azotes de su lengua, parece que
dice a sus personajes: quítate el cuerpo para que lo encuentres en el mío
dentro de la nieve, cuenta mis pasos en las teclas que forman tu nombre, dibuja
la luna que derrama tus ojos y verás que es luz que me entras como precisión de
la antihistoria. La lumbre de Ney Antonio Salinas es la música que lo persigue,
el jazz, el blues, él, que vive la noche sorprendente, misteriosa, donde cantan
su himno los idiomas. Y la muerte
resucita en sus palabras. Describe lugares sórdidos y son los más logrados, la
decadencia en cada cosa o la belleza sublime de forma recurrente: la pasión trastoca,
donde el calor trasmina la página. “Aún no escribo todo lo que quiero, novelas
comenzadas revuelven mi mente, espero volcarme como luz que habla por la
cicatriz del silencio.” Cuando lo leo reitero: Aquí recorres de lava mis
arterias, lento e incandescente y de tu boca sale el orden de las cosas: el
placer te trae, te lleva, te arrastra y nos quema a todos:
“El mar
bravo en que se convirtió la cama, aumentaba más y más su oleaje y los territorios
de la piel eran jardines…” El autor posee la capacidad de cautivar con el
silencio, callado irrumpe en la escena chiapaneca de narradores, con la rabia
irredenta de escribir sin detenerse un momento, lleno de furia. En ¿Cómo se dice adiós en alemán?: “porque
tu voz ausente era la del viento, porque tu aroma de flores y hierbas
pertenecían al viento, todo en ti era oro, un color hermano del fuego, cierro los ojos y te veo desnuda, acurrucada
en las aguas del río, en medio de la selva, en calidad de piedra antigua”; nos
confirma que el hombre sin pasión, al degradarse en su cotidianidad, empobrece
la luz que achica su espacio, hasta verse reducido en la vacuidad de sus
propias trampas.
Por eso, El retorno, es el viaje por ti, el viaje
por mí, aunque me detengo por no usar tu voz: por eso me levanté de mi lugar
para ir directo a tocarte, viajar cuerpo adentro de quien se ama y desea,
tiene, la tensión del observador activo. Degustar el cuerpo es, además, otra
manera de alimentar el amor, las emociones se guardan, los estados de ánimo se
perciben mejor, tus ojos y mis ojos clavados en medio del tumulto, y las
fragancias y los jadeos, contracciones, y me seguiste con nuestro símbolo del
silencio, tu decidirás el siguiente paso, el cuerpo nos existe, la atracción es
esencial en El retorno. Para la
caricia del cuerpo todo se dispone, tender
su campo eléctrico sanguíneo, estoy temblando sólo de pensar de ir a verte, en
el sistema nervioso donde se aloja la imaginación, el habla singular, el
pentagrama con las claves del movimiento de la caricia y el cuerpo. Hemos
esperado trémulos meses éste momento, la caricia es pues, básica de Nerval,
composición interna del sonido de nuestros poros conectados a la urgencia por
escuchar sus notas concatenadas, por eso voy hacia a ti, ahora. En El retorno, el erotismo es una
cosmogonía. “Pero tu yo interno es más fuerte y me llama.”
Ney Antonio Salinas, introvertido y delirante compulsivo por contar la noche adentro de la noche. Un narrador nunca visto, ¡su impulso es tan genuino, verdadero! Viste de vida sus cuartillas, sabe que a la lumbre le urge el oxígeno, él trae señales de ciclón con la perpetuidad del fuego, letras que, a veces, son bramidos para templar el mar, donde se escucha alterada su respiración. Por eso hay que leerlo.

Comentarios
Publicar un comentario