Un hoyo en el corazón
El librero: sugerencias literarias
Por Ney Antonio Salinas
Título: Un hoyo en el corazón
Autor: Carlos Wilfredo Trejo
Se trata de un
texto que fondea los límites entre la novela corta y el cuento largo; un texto
que se puede leer de un solo golpe. Con una pluma natural, fluida y amena
Carlos Wilfredo Trejo narra desplegando las técnicas narrativas denominadas
analepsis y racconto o narración preactiva; en voz de una mujer madura que
crece de nuevo su edad y su sensibilidad conforme avanza la trama, el tiempo
literario, el cronometro narrativo de la obra, en pleno ejercicio de la
memoria. La voz narrativa en primera persona corresponde al personaje central
Verónica, que funge como testigo de un romance entre Ana (su mejor amiga) y
Julio y que se forja desde la niñez de ambos; (historia que parecería común o
cursi, muy cercano a la narrativa lineal, o finalmente considerarse uno de los
elementos centrales de la novela rosa; cuestiones que no debieran
predisponernos) y que conforme se avanza en la lectura el autor va
sorprendiéndonos con los guiños del pasado, las oscuridades cotidianas y
arcanas de Julio, la inocencia de Ana. Un pueblo cualquiera en la provincia
mexicana, es el escenario donde ocurre la narración. Un tejido narrativo sutil
en el que se entremezcla el amor, la provincia, el crimen, el pasado constante
en el presente, el paso del tiempo como en una secuencia indolora de imágenes
en blanco y negro: una novela corta o un cuento largo, que habla muy bien de un
escritor joven con un gran espectro de posibilidades por delante. Una obra que
hará muy agradable y nostálgica alguna de nuestras tardes invernales de lectura.
Verónica cuenta: “La noche de la fiesta yo llevaba puesto un vestido lila con
estampado de flores. Me gustaba porque la crinolina le daba un vuelo
maravilloso. Yo era una de esas niñas de los cuentos, de las que al final se
convierten en princesas y se casan con el bueno de la historia. Qué tonta era.
En ése entonces yo tenía 17 años y aún creía en el amor.” Verónica narra su
memoria a través de la pluma de Trejo. Para leerla, a lo mucho necesitaremos
tres tazas de café.

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